El centro de Madrid es punto de visita obligado de los visitantes de la Villa y Corte.
En el centro se pueden encontrar las cosas, los comercios, los personajes, en definitiva las gentes más dispares.
Su arquitectuira guarda autenticas reliquias, sus calles fueron escenario de sucesivas revueltas históricas y sus comercios muestran aún algunos de ellos el letrero de "Proveedores de la Casa Real".
Aún estan dispuestos a pesar del tiempo transcurrido a bregar un día más contra la competencia del super, hiper, self y otros prefijos multinacionales. Han abierto sus puertas durante 80, 100 , algunos hasta 200 años en guerras y revoluciones, faltando tan sólo los domingos y fiestas de guardar, y hoy, en lugar de los descuentos que otros prometen ofrecen junto a la pastilla de jabón o los pastelillos, la historia de un Madrid que antes de ser capital de estado autonómico fue Corte.
Desde el Palacio de Oriente hasta el Congreso de los Diputados pasando por la Plaza Mayor, La Puerta del Sol y las novelas de Don Benito Pérez Galdós, una sarta de calles comerciales engarzan puerta con puerta, casi sin respiro, una serie de tiendas añejas; muchas de ellas forman parte de aquellas setenta que en tiempos de Alfonso XII obstentaban el titulo de proveedores de la Real Casa. Son supervivientes de una época en que la importancia económica de Madrid se medía por el volumen comercial que movía la capital del Reino fachadas, rótulos y estantes son los mismos, pero los productos y el pùblico, han cambiado.
No hace falta ser duque ni potentado, para tomar un caldito que al señor Lhardy, francés, se le ocurrió dar en la parte baja de su restaurante cuando abrió éste en 1839. Decir que por este establecimiento han pasado todas las personalidades cde la politica y del arte que desde entonces han sido, es, sencillamente quedarse corto.
Desde las profundidades de los espejos, las contertulias de otros tiempos parecen mirar con estupor las prisas de los consumidores de hoy.
Las bullangueras y mercerías de la calle Ponjejo en nada recuerdan a aquellos establecimientos, donde infantas y reinas comprtaban cintas y encajes.
El Angel de la calle Espartero nº 3, contempló las visitas de la Regenta Maria Crsitina y de la Infanta Isabel, la Chata, que venian en persona a buscar lanas para labores, y hay quien dice que los que en otras fechas orgullosos palacios, hoy oficinas o academias de estudio, se mantienen gracias a las mercerias de sus bajos. Si algún dia cierran sus puertas, estos edificios podrían caer bajo la piqueta.
Los relucientes guardias de Palacio, de botas bruñidas y cascos emplumados no necesitaban alejarse mucho para vestirse y calzarse. Frente a las tiendas de paño de la Plaza Mayor se reunían tal cantidad de militares y civiles que José Bonaparte mandó cerrar alguno de aquellos establecimientos por temor a los gérmenes de la conspiración y el disturbio.
Las cruces doradas de esmaltes multicolores, las espuelas brillantes y las gorras de muchas estrellas, llamaban todavia la atención desde los escaparates de la calle Mayor, a los soldaditos de permiso domicical.
La caida del sombrero asestó golpes de muerte a unas tiendas, en otros tiempos imprescindibles, pero algunas resisten el embate de las nuevas modas.
Entrar en LA FAVORITA es perder la noción del tiempo y esperar que surgan de sus sombrereras un ros o una chistera.
Frente por frente a la POSADA DEL PEINE que tan nombrada parece no haber existido nunca, se ocupan casi todas las tiendas de hábitos que aún existen en la Diócesis y que hacen de la calle Postas la más frecuentadas por monjes, frailes y devotos agradecidos.
Igualados ante el aire cortante de Madrid "que no apaga una vela pero mata a un hombre" religiosos y laicos han usado las prendas de lanas que antaño se vendían en esta calle.
Los cristos agonizantes y las Virgenes mórbidas, hay que ir a buscarlos un poco más lejos, a la calle de la Paz, en uno de cuyos recodos se esconde la increible fachada de SANTARRUFINA.
Al amparo de las iglesias de mayor devoción popular se venden todavía cirios y velas hechas a mano con paciencia monástica. En el Altar de la Virgen de Atocha se han quemado toneladas de cera fabricadas desde 1760. Hubo un tiempo en el que las velas eran un bien necesario en cualquier hogar para alumbrar en la oscuridad. A finales del siglo XIX surgieron en la capital española varias cererías, casi siempre próximas a las iglesias ya que por aquel entonces el mundo eclesiástico eran muy buen cliente.
En 1887 Eusebio Ortiz Román fundó una cerería en la zona de Atocha, próxima a la capilla del antiguo hospital de San Carlos.
En el siglo XIX, los veleidosos madriñeños inclinaron sus devociones hacia La Paloma y junto a su templo compraban los cirios y votos prometidos. Y San Isidro se ha abastecido durante más de 100 años con las velas de la vecina cerería de la calle Toledo. La calle Toledo es el refugio de tiendas tradicionales e insólitas que no tengo muy claro que los madrileños sepamos valorar, pero que resisten el paso de los años y de las crisis. Una de estas joyas del antiguo comercio es la CERERÍA ORTEGA un lugar en el que puedes encontrar cualquier producto relacionado con la cera y, por supuesto, con las velas.
No es fácil encontrar quien se atreva a tocarse con mantillas o mantón de Manila ni para ir a los toros, pero hoy como siempre, las flamencas acuden al mostrador de GIL, Sucesor de Antolín Quevedo, en la Carrera de San Jerónimo, 2. No solo ellas, los travestis tambien se apuntan a los mantones que no son de Manila sino de Canton y llevan el letrero de "hecho en la Republica Popular China"
En el arranque de la Carrera de San Jerónimo, zona de paso y venta en los siglos XIX y XX y en nuestro actual XXl, se encuentra este local dedicado a la venta de telas desde sus orígenes, y evolucionando con el tiempo a otros productos como abanicos, mantones de Manila, mantones españoles, mantillas artesanas, trajes de sevillanas, monteras, etc. El comercio, de tradición familiar, se conserva como el primer día salvo arreglos de suelo y escaparate.
El torero del cuple, muy bien pudo haber comprado el relicario en alguna tienda del centro, en la que nada parace haber cambiano en ellas, ya que hasta los broches y pendientes mantienen el diseño isabelino.
Otra cosa son las toquilla de lana, calentitas que todo lo tapan, sirvieron a las cigarreras y hoy cubren los hombros de la viejecitas que en otro dia fueron mujeres de tronío. Mujeres de cadera y pechos generosos, como las clientes de corseteria LA LATINA en la calle Toledo nº 49. Son impactantes las dimensiones de algunos de los sujetadores que tienen en el escaparate de este comercio. Alguien ha visto un sujetador del tamaño de las alforjas de un borrico? Para llamar la atención o no, en el escaparate de esta tienda puedes encontrarlo.
En el arranque de la Carrera de San Jerónimo, zona de paso y venta en los siglos XIX y XX y en nuestro actual XXl, se encuentra este local dedicado a la venta de telas desde sus orígenes, y evolucionando con el tiempo a otros productos como abanicos, mantones de Manila, mantones españoles, mantillas artesanas, trajes de sevillanas, monteras, etc. El comercio, de tradición familiar, se conserva como el primer día salvo arreglos de suelo y escaparate.
El torero del cuple, muy bien pudo haber comprado el relicario en alguna tienda del centro, en la que nada parace haber cambiano en ellas, ya que hasta los broches y pendientes mantienen el diseño isabelino.
Otra cosa son las toquilla de lana, calentitas que todo lo tapan, sirvieron a las cigarreras y hoy cubren los hombros de la viejecitas que en otro dia fueron mujeres de tronío. Mujeres de cadera y pechos generosos, como las clientes de corseteria LA LATINA en la calle Toledo nº 49. Son impactantes las dimensiones de algunos de los sujetadores que tienen en el escaparate de este comercio. Alguien ha visto un sujetador del tamaño de las alforjas de un borrico? Para llamar la atención o no, en el escaparate de esta tienda puedes encontrarlo.
Muy cerca de aquí en la vecina calle de Carretas, hay una libreria especializada en libros cientificos y desde hace 155 años fue albergue de tertulias de famosos médicos. Nicolas Moya fue el editor de las obras de Ramón y Cajal y el depositario de los manuscritos, hasta que alguna cruda noche de invierno de la guerra civil, unos refugiados utilizaron para hacer fuego los cuadernos cubiertos con la abigarrada letra del premio Nobel.
Quizás al amparo de la especialización médica de Moya, surgieron las ortopedias que hacen de la calle Carretas el muestrario más completo de ojos, brazos postizos, bragueros y mil artilugios misteriosos cuya utilidad a menudo el viandante no acierta a descubrir.
Lo dijo Gómez de La Serna : “En la calle Carretas están los sustitutivos de todo lo que se estropea o rompe en el cuerpo humano”
En Carretas, había siete ortopedias y hoy sólo nos queda la de Benito Galeán, instaurada en 1903, con sus dos locales de bellísimas portadas en madera, una de ellas procedente de un antiguo ultramarinos. Las ortopedias tradicionales están desapareciendo de nuestras calles desde que a las farmacias se les permitió vender el mismo género que expendían ellas.
"Agua, azucarillo, aguardiente" Nos es extraño que mucho de ustedes queridos lectores, no sepan que azucarillos voceaba el vendedor zarzualero, hoy tan solo se siguen haciendo en la PASTELERIA EL RIOJANO en la calle Mayor nº 10 fundada en 1855. Limón en invierno, fresa y cafe en verano, espera dentro de las vitrinas convertirde en refrescos. En esta pasteleria todo evoca el servicio de las "reales mesas", desde las "pastas del Consejo", asi llamadas porque se servían en las reuniones del Consejo de Regencia durante la minoría de Alfonso XIII, hasta esas apoteosis del dulce llamado "imperiales".
Reyes, nobles, burgueses y algún pobre de no mucha solemnidad han comprado los turrones de Navidad a cinco generaciones de HIJOS SUCESORES DE LUIS MIRA , desde que el tatarabuelo dejara la venta ambulante de sus turrones alicantinos para establecerse en la Carrera de San Jerónimo nº 30.
Pero no todo son tiendas donde comprar, en el Mercado de San Miguel que sustituyó a puestos más precarios instalados en plena calle, se han abastecido madrilenos de toda condición y las carnicerías vendieron en tiempos mas huesos para cocido que tiernos filetes. Y en los ultramarinos, casi siempre con dos puertas a la calle y un reloj en la pared se han cortado toneladas de bacalao que sabias recetas convertirían en suculentos platos.
La Plaza Mayor cobija en sus soportales los bazares donde los Reyes Magos compraron mas de cien años tambores y caballitos de cartón.
Pero incluso las tiendas populares, aquellas que tan sólo han servido al pueblo llano, incorporan en su decoración la nobleza de unos materiales trabajados artesanalmente; el marmol de panaderias y lecherias, el cristal pintado, la madera de colores alegres, los azulejos, materiales difíciles de conservar y aún más dificiles de reponer.
Por esta razón y porque las familias no siempre continuan el oficio, cada vez son menos las tiendas antigüas del centro de Madrid.
Cada paseo nos sorprende con un nuevo cierre, los niños de hoy dias no podrán pegar sus caritas al cristal de las pollerias de la calle Mayor.
Que los cierres no caigan definitivamente, que se vuelvan a levantar cada mañana como hace 80, 100, 200 años.
Pedro Rubio Domínguez
__________________________________________________
ResponderEliminarDios increíble, pero cierto siempre es grande. Después de varias versiones de mi solicitud por el banco, he recibido un préstamo a través de una señora muy amable.
Para obtener más información, póngase en contacto con ella por correo electrónico a: mickaelduboquet@gmail.com que ofrece préstamos de € 3.000 a € 3.000.000 a
cualquier persona capaz de devolver con intereses a una tasa baja de 2 %, no lo dude ese mensaje. Esta es una realidad perfecta. Corre la voz a amigos y familiares que
están en necesidad.
el pago comienza cinco meses después de recibir su crédito
Que Dios os bendiga.